Prólogo
SOBRE EL ORIGINAL
El original de la obra que aquí reproducimos es un simple cuaderno de hoja rayada, tapas forradas en tela azul y lomo de vitelina. El tejuelo de papel en su tapa superior desvela su procedencia comercial; Cuaderno rayado, encuadernaciones Julio Gaise, calle de Relatores, número 3, Madrid. Caligrafiado en el espacio que el tejuelo deja a tal fin, leemos; Libro de los gorriones, Gustavo Adolfo D. Bécquer, junio de 1868. Si nos adentramos en sus páginas encontramos de nuevo la cuidada caligrafía del poeta; Colección de proyectos, argumentos, ideas y planes de cosas diferentes que se concluirán o no según sople el viento. De Gustavo Adolfo Claudio D. Bécquer, Madrid 1868, 17 de junio.
Encabeza el contenido el texto titulado Introducción sinfónica, seguido del relato, o ensayo, inacabado La mujer de piedra. Luego, quinientas diez páginas en blanco y en la página 537 Bécquer vuelve a anotar; Poemas que recuerdo del libro perdido y, a continuación, las Rimas.
Bécquer había entregado ese mismo año el original de las Rimas para ser publicadas a Luis González Bravo, a la sazón ministro de la gobernación y protector del poeta quien ya había anunciado en marzo que sería el encargado de prologarlas, pero durante los disturbios de septiembre de 1868 que desembocaron en el derrocamiento de Isabel II (la de los tristes destinos) su domicilio sufrió un saqueo y el original se perdió bien en el incendio posterior, bien en la huida y exilio a Francia de González Bravo que pudo habérselo llevado consigo.
Puesto que la fecha de inicio del cuaderno, 17 de Junio, es anterior a la desaparición del original de las Rimas, septiembre del mismo año, es de suponer que no era su finalidad contener de nuevo los versos ya entregados sino una nueva obra. Francisco Laiglesia, amigo de Bécquer, aseguró que él le regaló el cuaderno para que anotara allí todo lo que se le ocurriera, por lo que es muy posible que tanto la "Introducción sinfónica", como "La mujer de piedra" fueran partes de un nuevo proyecto de mayor envergadura. La revolución "Septembrina" parece haber interrumpido ese trabajo y una vez perdido el primer original de las Rimas, Bécquer deja un espacio de quinientas diez páginas en el cuaderno y aprovecha las últimas para anotar, parece que de memoria, las Rimas perdidas. Bécquer morirá repentinamente dos años después sin haber completado el manuscrito ni ver publicadas sus obras.
El manuscrito aparece con correcciones que los investigadores aún hoy se debaten en su atribución y parece no haber consenso en si pertenecen al autor o a la mano de Narciso Campillo, amigo del poeta y quien, junto con Augusto Ferrán, fueron los encargados de recopilar y publicar toda su obra justo después de su muerte en diciembre de 1870. Saldrá a la luz el año 1871 bajo el título de Obras I y II
Del cuaderno no se vuelve a tener noticias hasta que en 1896 la Biblioteca Nacional anota su compra por veinticinco pesetas a Doña Consuelo B. de Ortiz, se le confiere la signatura 13216 y allí vuelve a caer en el olvido hasta 1914. En esa fecha, Franz Schneider expone su tesis doctoral sobre la obra de Bécquer en la universidad de Leipzig y allí da a conocer el manuscrito hallado en la Biblioteca Nacional de España donde encuentra varias rimas perdidas en la edición de 1871 (11,48 y 55) además de una diferente ordenación de estas. A partir de entonces las siguientes ediciones, ya bajo el título Rimas y leyendas de Bécquer fueron revisadas y añadidos los nuevos versos aunque por lo general manteniendo la ordenación de la edición de 1871.
SOBRE ESTA EDICIÓN
En la presente edición ilustrada del "Libro de los gorriones" mantenemos el orden original de las rimas, es decir, tal como Bécquer las dispuso en el manuscrito. Alteramos, no obstante, los dos textos en prosa a fin de que envuelvan los versos, abriendo como es natural con la Introducción sinfónica y cerrando el volumen con el fragmento La mujer de piedra, quedando así las rimas en medio del cuerpo y, a nuestro entender, la edición mejor equilibrada.
En cuanto a las correcciones, no es la intención de esta edición tomar posición sobre su autoría, cuestión además muy fuera de nuestras capacidades, y dejaremos a los especialistas su resolución en un futuro si acaso las evidencias la proponen, pero era menester tomar una decisión y hemos optado por ofrecer aquí la versión no enmendada. Nos justificamos en la limpieza del manuscrito exquisitamente caligrafiado que de ninguna manera parece un borrador. Esto lo corrobora el índice que aparece en las páginas 329,330 y 331 donde enumera las rimas y anota el número de versos de cada una a fin de calcular el espacio y terminar con el último verso en el último renglón de la última página, lo que hace suponer que Bécquer las consideraba, al menos en ese momento, una versión bastante definitiva.
Con respecto a las quinientas páginas en blanco del manuscrito, y teniendo en cuenta las fechas y el subtítulo del mismo, todo apunta a que Bécquer pretendía plasmar una nueva obra, si no un compendio, y quién sabe si pensara añadirle también ilustraciones. Aceptamos que estas afirmaciones resulten precipitadas y aventureras pero nos apoyamos para tal elucubración en el prólogo a la primera edición de Obras, de 1871 que finalmente escribió su amigo Ramón Rodríguez Correa donde señala que Bécquer tenía proyectados otros cuatro poemas que debían conformar cada uno de ellos un libro.
Queremos también recordar que Bécquer es reconocido en su tiempo no solo como un gran amante de la pintura sino también como un buen dibujante. Colaboró con su hermano Valeriano en varias publicaciones y en la Biblioteca Nacional se conservan cinco dibujos de su serie Les morts pour rire. Julia Espín, una de sus supuestas musas o amantes guardaba un álbum con escritos y dibujos del poeta y volviendo al mismo prólogo de Rodríguez Correa encontramos "...Eran de ver los primores de sus cuartillas, festoneadas de torreones ruinosos, mujeres ideales, guerreros, tumbas, paisajes, esqueletos... rara era la carta que salía de su mano sin ir llena de copias de lo que veía o caricaturas admirables de lo que narraba".
Resaltamos además que el manuscrito original del que tratamos contiene un dibujo del autor (No reproducido en esta edición) en el que representa el patio de su casa por lo que no es infundado pensar que algunos dibujos más podrían haber llegado a poblar esas páginas en blanco de no ser por la irrupción revolucionaria de 1868 y, luego, la repentina muerte del autor tan solo dos años más tarde. Es de esa idea, tal vez peregrina, de la que nace la de ilustrar esta edición.
En esa tarea el ilustrador, antes que describir gráficamente los versos, las acciones o los lugares de cada una de las rimas, ha preferido recrear la atmósfera general del escrito, y el mundo interior que refleja el alma del poeta, del que su amigo Eusebio Blasco escribe; "Su conversación, como su persona, era triste... sombrío hasta la grosería... no vivía a gusto sino en lugares aislados y melancólicos".
El dibujo referido en el manuscrito, no está realizado directamente sobre la hoja rayada sino en un soporte diferente, recortado luego, y encolado en el cuaderno con posterioridad. Las ilustraciones que acompañan las Rimas en la presente edición han querido mantener ese detalle y juegan con la forma y el fondo, con la silueta recortada a través de la cual nos adentramos en el sentir del poeta, en su universo de amor, desamor, creación y muerte, aportando una historia paralela y una línea narrativa superpuesta a la obra poética y ofreciendo al lector una doble experiencia. Si ese objetivo se ha conseguido o no solo él podrá decirlo, pues suya es y lo será siempre la última palabra.